martes, 7 de marzo de 2017

Navarra a sus muertos en la Cruzada (2)


Una disputa clerical

¿A qué venía tanta insistencia y machaconería del P. Barbarin cerca de mi padre? Pues al hecho de que, siendo el Diputado Foral más joven de la Corporación y, además, residente en Pamplona, quedó inmediatamente encargado del seguimiento de las obras y acondicionamiento del Monumento. Además se daban las circunstancias añadidas de que era excombatiente, como otros cuatro de sus compañeros y, más aún, carlista activo.

Una seria disputa —por otro lado esperada— se originó  entre el clero secular y el regular a cuenta de a quién debería entregarse definitivamente el Monumento para su custodia y culto. Al parecer, en la Circular de Clero diocesano se había informado sobre las conversaciones del obispado con la Diputación y la inclinación de ésta por ceder el Monumento a una orden religiosa, lo cual encendió los ánimos del clero diocesano y alguien puso en circulación unos folios pidiendo firmas para que se cediera a éste

Fechada el 6 de  enero «en un lugar de Navarra», matasellada el día 7 en Miranda de Ebro (Burgos) y dirigida al «Sr. Secretario de la DIPUTACION DE NAVARRA. PAMPLONA» se recibió en ésa una cuartilla anónima, escrita por quien se decía sacerdote diocesano, informando que desde el Obispado se había dirigido un escrito a los sacerdotes de la Diócesis para que lo firmaran, pidiendo que el Monumento fuera entregado «al Clero navarro y no a una comunidad religiosa. Se nos asegura con datos que, aunque no figura el Sr. Obispo y los del Palacio, sin embargo, es cosa oficial y que viene desde el mismo Palacio Episcopal y ante esto firmamos todos por compromiso y compañerismo. Mas yo no quiero hacer grave perjuicio a un tercero y me pregunto: ¿Qué se pretende con nuestras firmas? ¿Desautorizar a la Diputación? ¿Torpedear una decisión suya? ¿O acaso hay de por medio alguna maniobra de los contrarios a los fines del Monumento? No lo sé. Ni sé tampoco la causa de caridad que esto pueda inspirar. Lo que sí sé claramente es que una Comunidad Religiosa es mucho más a propósito para un santuario así […]» y explica a continuación sus razones a favor de los frailes y criticando la «maniobra de algunos curas para quedarse tranquilos en Pamplona con un buen sueldo y buena vida. No se hizo para esto la guerra ni se ha hecho tampoco el Monumento».

El día 12, los párrocos de San Saturnino (Juan Albizu), de San Nicolás (Justiniano Arratíbel), de San Juan Bautista (Juan Martín), de El Salvador (Eusebio Balduz) y de San Francisco Javier (José Manuel Pascual), todos de Pamplona, se dirigieros «a la Autoridad competente» para manifestarle cuanto sigue:

«Los abajo firmantes, conocedores de un escrito que unos dignísimos y muy queridos compañeros han dirigido al Clero Navarro Diocesano, en orden a la persona moral a la que habrá de ser encomendada la custodia y el culto del Monumento a los Muertos de la Cruzada Nacional, no conformes con el planteamiento de la cuestión que a nosotros no nos compete ni con la forma en que ha sido planteada de imposición de masas, aún siendo sacerdotes, cosas desusadas en la Iglesia— han creído deber suyo, como sacerdotes y como navarros, aunque sin ánimo alguno de polémica, acercarse a V.S.I para manifestarle su disconformidad, adhiriéndose, en cambio, incondicionalmente y sin reservas, a lo que hayan hecho o piensen hacer en este asunto y de común acuerdo, el Excmo. Sr. Obispo y la Excma. Diputación Foral, queriendo, al mismo tiempo, evitar toce en la armonía que siempre ha reinado entre el Clero Secular y el Regular de la Diócesis, y felicitando con toda efusión, tanto al Excmo. Sr. Obispo como a la Excma. Diputación, por los pasos dados en orden a la construcción de una nueva y digna parroquia dedicada, desde la primera piedra hasta la última, al Gran S. Francisco Javier, y rogándoles encarecidamente que perseveren las gestiones ya felizmente iniciadas y, según informes bastante adelantadas.»

AZM/FZ/JAZA-1950-12-I-Escrito curas.pdf

Así las cosas, 18 de enero de 1950 el P. Barbarin dirigió una carta abierta al clero navarro[1] en la que abundaba sobre cuanto venimos exponiendo y argüía la ventaja que ofrecía su comunidad sobre el clero diocesano, amén de sus mejores derechos a recibir el Monumento como esplendoroso depósito sagrado. Para finalizar su largo escrito, todo lo por él dicho lo sometía al «recto e imparcial juicio de sacerdotes como V. bien seguro de que, por lo menos, habrá de merecerle, no ya un veredicto de culpabilidad, pero ni siquiera de petulancia injustificada»

Esta carta fue seguida el día 25 por una contestación de J.M. Rázquin, cura de San Juan de Estella [2], en la que primeramente hacía protesta de su obligación, la de todos, de obedecer cuanto dispusiera el Sr. Obispo al respecto. Seguía luego desmontando una a una todas las afirmaciones del P. Barbarin hasta llegar a la conclusión de que la cesión pretendida por éste era excesiva y un prejuicio patente hacia el clero secular navarro.

El 1 de febrero del mismo año, el inagotable P. Barbarin, dirigió un nuevo escrito, muy pormenorizado[3], al Vicepresidente de la Diputación Foral en relación con los folios que se estaban pasando entre el clero diocesano para recoger firmas a favor de la cesión a la que antes me he referido, «contra lo que esa Excelentísima Diputación venía realizando en contacto directo con el Excelentísimo Sr. Obispo. Lo que se pretende, por lo visto es arrojar en la balanza en bloque de firmas que la inclinen a resoluciones completamente distintas, nuevas y grandemente onerosas para el erario provincial», cuando no existía unanimidad entre los firmantes ni éstos eran personas  sobresalientes.

El bollo estaba servido. El Obispo, que había creado una parroquia de San Francisco Javier sin un templo adecuado donde cobijarse, quería uno digno del gran Santo sin poner medios económicos para ello. En una de sus visitas al Vicepresidente de la Diputación éste había llamado a Víctor Eusa, quien sobre la marcha improvisó unos monos de lo que pudiera ser el templo parroquial en un suelo a propósito, como podían ser las viejas cocheras del ferrocarril Irati. Esto encandiló al Obispo, quien propuso una suscripción pública a la que deberían acudir la propia Diputación y todos los ayuntamientos navarros, por ser el santo patrono de toda Navarra. A quien esto relata le parece que ésta era la llave o moneda de cambio para resolver el “asunto” Monumento a los muertos en la Cruzada: si tuyo, si mío o de quién. A este trile se superpuso el desencuentro entre los clérigos que acabo de relatar.




[1] Véase nota 1.
[2] RAZQUIN, J.M., Mi respuesta a la Carta Abierta del P. Barbarin sobre el Monumento de la Cruzada. Gráficas Zunzarren, Estella. 4 páginas. (AZM/FZA/JAZA-MC-0000-00-00-Disputa custodio clero.)
[3] Son cuatro holandesas mecanografiadas a un espacio y con un cuerpo de letra pequeño. (AZM/FZA/JAZA-MC-Disputa custodia clero).

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