viernes, 10 de agosto de 2018

Pensar cabronadas


Hay veces que de tanto rodar las anécdotas en nada se parecen a la realidad, mezclando personajes, circunstancias y lugares. Recuerdan al manido chiste del almirante que manda formar en cubierta a la marinería, para observar un eclipse de luna.

Auxilio Goñi
La anécdota a la que me refiero, que no llegó a incidente, tuvo lugar en algún momento del inicio de la IX Legislatura de las Cortes Españolas (1967-1971), entre Auxilio Goñi Donázar y el general Carlos Iniesta Cano en presencia de mi padre José-Angel Zubiaur Alegre, quien me la transmitió tal cual muerto de la risa. Goñi y Zubiaur, Zubiaur y Goñi, tanto monta monta tanto, ya se habían significado clara y decididamente enfrentados al poder franquista desde la legalidad del propio régimen imperante. Esto desquiciaba a los conspicuos Procuradores y a los Consejeros Nacionales del Movimiento, sustentadores del mismo. No digamos al Presidente de las Cortes.

Goñi y mi padre, carlistas de pura cepa, requetés y amigos desde la niñez, formaban un tándem demoledor. Ambos tenían experiencia política previa a su elección como Procuradores en Cortes de Representación familiar por Navarra. Siempre electos, nunca designados, y a la contra del Movimiento, o sea de la Jefatura de FET y de las JONS. Mi padre, de talante serio, aunque afable, era demoledor en sus argumentaciones jurídico-políticas. Por su parte, Auxilio Goñi, químico de profesión, era más rocerodecimos en Navarray festivo, la estampa generosa y amable de la bonhomie que rápidamente empatiza con cualquiera; con reflejos prontos, gran fumador de “cigarricos” (largos, rubios de LM) y adicto cafetero. Ambos tenían una gran capacidad de trabajo y se debían desde su ideología carlistaa quienes los eligieron. Juntos producían un efecto devastador entre las filas del stablishment político, que por ser mayores en número, que no por razones, los arrollaban.

Goñi tenía, además, alguna otra particularidad. Además de su inusual nombre propio —de un mártir cristiano del siglo II—, tenía dextrocardia o el corazón apuntando al lado derecho, afección congénita sobre la que contaba divertidas anécdotas. Pero sobre todo, tenía la rara habilidad de descabezar«un sueñecito»en cualquier lugar y postura con solo proponérselo, que le recuperaba del cansancio acumulado. Se parecía en esto a Napoleón Bonaparte, quien rotundamente afirmaba: «…el sueño viene cuando se le ordena»[1].

Pues bien, la anécdota transcurrió en el escenario del bar de las antiguas Cortes, actual Parlamento. Mi padre y Auxilio están sentados en los viejos butacones bebiendo un refresco mientras comentan las incidencias de la sesión y repasan las notas tomadas. Goñi empieza a cabecear en su butacón hasta quedar en estado de sueño vigilante, «como los perros» me explicó mi padre, quien siguió sumido entre sus papeles. En estas entra ruidosamente en el bar Carlos Iniesta Cano, un tipo echao p’alante, general del Ejército, brusco en sus decires, que acababa de dejar la dirección de la Academia General Militar de Zaragoza para ser designado Consejero Nacional del Movimiento por la ciudad de Ceuta. Africanista desde el inicio de su larga carrera militar, había servido en Regulares Indígenas de Tetuán, pero al iniciarse la guerra civil 1936-39 pidió el ingreso en la Legión, sirviendo en la 4ª bandera de la 13ª división, la llamada “Mano negra”, de temible reputación[2].

Pues bien, al verlo medio dormido Iniesta se dirige directamente hacia su presunta víctima y dándole una enérgica palmada en el hombro le pregunta en voz puesta y de sopetón:

«—¿Qué haces Auxilio?» A lo que éste le responde en el mismo tono, como si fuera un muelle:

«¡Pensar cabronadas!»

Digna respuesta y en sus propios términos a un general, que sin duda pretendió sobresaltar al somnoliento Auxilio, que pareciera le esperaba como un doberman venteando a su presa.

La cosa no pasó de carcajadas cuarteleras generalizadas, porque cada cual sabía el lugar que le tocaba en la feria. A Iniesta en el “bunker”. En noviembre de 1976 fue uno de los 59 Procuradores en Cortes que votó negativamente a la Ley de Reforma Política con la que se liquidó el Movimiento.


[1]Según Georges LEFÈBVRE, Napoleon. Ed. Felix Alcan, coll. Peuples et civilisations, 1935, reed. 1955.
[2]El lema de la división era «Contra la mano negra no hay dios que pueda». “Mano negra” viene a designar en español a quien no juega con arreglo a las reglas establecidas, es turbio, se mueve en la oscuridad o hace trampas.