viernes, 31 de marzo de 2017

"El Fuerista. Órgano antiborreguil" (2)


Nace El Fuerista. Órgano antiborreguil

«Salimos a la calle cuando nadie nos espera y produciremos la misma extrañeza que causa el madrugador cuando todo el mundo duerme. Volveremos a salir cuando nos apetezca: para más claridad cuando nos dé la “real gana”.

»No vamos a ser el periódico sesudo. Ni uno más de los “cuarenta iguales”[1], seremos el guerrillero de la prensa. Nuestros artículos se escribirán detrás de la mata, en la ezpuenda o en la calle, al compás de la vida y con la agitación del preocupado, del que tiene ideales. Por eso nos titulamos “El Fuerista”, porque los Fueros son personalidad, criterio propio…

»Y para eso lo del “órgano anti-borreguil”, porque pretendemos poner inquietudes en esas gentes que están sobrecogidas por el temor a pensar por su cuenta, o de esas otras que se les ha olvidado qué es pensar; y clavar banderillas de fuego en aquellos que no hacen sino empujarse en su desordenado afán de llegar los primeros a la escudilla.

»En resumen, que, como hemos conocido una generación heroica, no podemos vivir encogiendo los hombros ni agachándose, sino con la cabeza alta, muy alta, como aquellos que no la bajaron ni cuando silbaban las balas.»

Con estas palabras escritas por la mano de mi padre —José-Ángel Zubiaur Alegre (d.e.p.)— se presentaba el número 1 del año 1 de El Fuerista. Órgano antiborreguil. Era el mes de enero de 1954. No era propiamente un boletín clandestino del Carlismo navarro con afán de permanencia en el tiempo, sino unas hojas —al principio ciclostiladas— surgidas al socaire de los designios antiforales del Gobernador Civil de Navarra. Invocando la foralidad en peligro, querían ser en la intención de mi padre un revulsivo para los carlistas que estaban metidos en casa.

Y es que mi padre había recibido de las más altas instancias de la Comunión Tradicionalista el encargo de reorganizar el Carlismo en Navarra, que tras el esfuerzo de la guerra y el desconcierto de la unificación en “Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas” mira que el parto era largo (FET y de las JONS o FET) había quedado en parihuelas.

Impreso en mal papel, la mancheta remedaba la de aquél El Fuerista. Periódico político vascongado, que fundara en 1.867, en Vitoria, el carlista Ramón Ortiz de Zárate, o la de su sucesor El Fuerista. Defensor de la autonomía municipal, que el 28 de septiembre de 1.924 titulaba “Álava no quiere una Diputación provincial”, sino foral. Malos tiempos fueron aquellos para los Fueros y malos eran los 1.950 para los navarros, por obra y gracia de la miope visión de centralistas deseosos de hacer méritos en Madrid, ignorantes de que tras de sí dejaban una estela separadora. Porque no se conoce todavía centralismo uniformista que no haya sido separador y abono de los separatismos.

De El Fuerista. Órgano antiborreguil se publicaron únicamente cinco ejemplares, que fueron suficientes para desquiciar al Gobernador y Jefe Provincial del Movimiento, porque éste sospechaba su origen, pero no podía probar el quién, el cómo ni el dónde. El editor era mi padre, a su vez autor de la mayoría de los artículos y venenosas chanzas. Le seguían el P. Hermenegildo Barbárin, fraile corazonista del convento de San Fermín de Aldapa de Pamplona, y algún carlista más joven que también echaba su cuarto a bastos con el pelele del “Poncio”.

Contaba mi padre dos anécdotas sabrosas a propósito de la edición de El Fuerista. La primera tuvo que ver con un registro policial en nuestro domicilio, donde tenía también su bufete de abogado. Llegaba al portal del número 3 de la entonces plaza de la Argentina (hoy del Vínculo) de Pamplona, cuando fue abordado por dos policías, quienes le manifestaron que tenían orden de practicar un registro en su domicilio. Como quiera que no eran portadores de mandamiento judicial alguno, en uso de su derecho mi padre les propuso que asistieran dos testigos de su confianza, a lo que no tuvieron más remedio que acceder. Pasaban en ese momento por la acera los hermanos Francisco y Ramón Irujo González-Tablas, industrial y odontólogo respectivamente quienes, tras ser puestos someramente en antecedentes por mi padre, se prestaron a asistir al registro en calidad de testigos. Subieron a casa y mi padre les ofreció asiento en un tresillo de piel que tenía en el despacho, mientras los policías abrían armarios y cajones y hojeaban las decenas de libros que tenía mi padre en su biblioteca jurídica. Nada encontraron y rendidos levantaron acta, la firmaron y todos se despidieron. Resulta que los hermanos Irujo habían estado sentados sobre los cojines de pluma del tresillo, bajo los cuales se encontraban los ejemplares del Fuerista pendientes de distribuir. ¿Quién pudo pensarlo? A las pocas horas sabía todo Pamplona lo del registro infructuoso.

La segunda se produjo cuando volvía de pasar un fin de semana con su mujer e hijos en Leiza (Navarra). Debía ser el mes de julio de 1954. Como mi padre no conducía, regresaba a casa en el autobús de línea, de la compañía Aresoarra. Dio la casualidad que, entrando a la estación de Pamplona, el autobús no se detuvo en su andén habitual, sino que lo hizo en la parte de enfrente. Mientras hacía la maniobra mi padre divisó en el andén a dos conocidos policías secretas que, sin duda, iban a abordarlo cuando él llevaba precisamente encima los originales para el próximo número del Fuerista. Tenía que desembarazarse de ellos… Descubrió entonces cerca de él, entre el pasaje, a una conocida más que amiga, llamada Marina Cañedo-Argüelles, a la que imperiosamente dijo: «—¡Marina, abre el bolso!». Ella quedó estupefacta, por lo que hubo de repetirle: «¡Marina, que abras el bolso!». Y ella, que lo llevaba sobre las rodillas, lo abrió y allí metió mi padre los papeles de cualquier modo, cerrándoselo después. En efecto, los policías condujeron a mi padre a la Comisaría, pero ya iba limpio de polvo y paja.

Bueno, pues de El Fuerista nada se conservó en casa. Las dueñas, como las de don Quijote, dieron fuego a los papeles. Sería muchos años después cuando pudimos hacernos con toda la colección, unas malas fotocopias de unos folios mal impresos hacía un decenio. Venían dedicadas a mi padre, «en recuerdo de viejos, pero auténticos tiempos de lucha en defensa de Dios-Patria-Fueros-Rey. Su amigo, José Romero Ferrer. Liria, 16 de agosto de 1969»[2].  Inenarrable la ilusión que nos hizo la carpetilla verde conteniendo esos folios. Estábamos de vacaciones en nuestra casa del Faro de Cullera, en Valencia, y mi padre se lanzó a “devorarlos” mientras comentaba el por qué de cada artículo y soflama. Aunque Romero le atribuía la autoría de todos los escritos, no era así y pudo identificar los suyos y los del P. Barbarin.


A lo largo de todos los años que en vida de mi padre fuimos de vacaciones a nuestra casa del Faro de Cullera, en Valencia, mantuvimos una liturgia consistente en que un día, capitaneados por José Romero, se desplazaban a nuestra casa las fuerzas vivas del Carlismo de Liria, que hacían con nosotros una merienda-cena de gastronomía y vinos navarros, con buen apetito y en animada conversación política. Al cabo de una semana toda la familia les devolvíamos la visita, con paella de conejo en el huerto de Salvador y larguísima y muy animada parleta sobre cuestiones políticas y doctrinales, si no lo liaban a mi padre para que les “echara” un mitin en el Círculo San Miguel, del que era Socio de Honor.

En las vacaciones de agosto de 1990 volvimos a hablar sobre El Fuerista, porque sería una pena que los protagonistas no recogieran la narración pormenorizada de «aquella maravillosa aventura»[3] —así la calificó— en la que estuvo metido de hoz y coz nuestro gran amigo Pepe Romero. Pepe por fin se arremangó y dictó «sin apuntes» 3 folios y medio de unas notas a fin de que mi padre las confrontara con su memoria, «especialmente lo relativo a la distribución de los números del Fuerista», el paso de éstos por el cementerio de Pamplona y «la represalia gubernativa y acción policial contra Vds. los residentes en Pamplona y todo lo demás que yo no viví personalmente», a fin de hacer «el consiguiente acoplamiento y en su día poder hacer entrega de la edición del Fuerista.»[4]

Confrontadas las notas con la memoria bajo el sol valenciano, el resultado fue un informe, redactado de modo muy procesal por cierto, que firmó Pepe Romero el 3 de diciembre de 1991, que recoge pormenorizadamente la historia del Órgano antiborreguil, y en la que alguno de los jóvenes que en ella participó se atribuyó ante Romero laureles que no tuvo. Cuenta éste[5] que de sus primitivas notas entregó un ejemplar a Manuel de Santa Cruz, quien dio razón equivocadamente del Fuerista en sus Apuntes y Documentos[6]. Sin embargo, es muy parca la rocambolesca mención de su edición, por lo que voy a ampliarla con datos obrantes en el en Fondo Zubiaur Alegre de mi archivo, en parte refundidos tanto con lo publicado por “SANTA CRUZ” como por José María “BAROGA”, a fin de dar una unidad narrativa a la historia.

El período que abarca la publicación de El Fuerista. Órgano antiborreguil abarca los meses Enero-Agosto de 1954. De él se publicaron únicamente cinco números, con las siguientes tiradas según el cuadro que presenta Romero, que se contradice con lo que dice más adelante acerca del número 4. Por la notas de mi padre y las contradicciones de Romero, yo más bien creo que las tiradas fueron como sigue:



La impresión con una multicopista “Banda” fue realizada por José Puchol Plasencia en la localidad de Foyos y los números 4 y 5 en la imprenta clandestina que tenía el Requeté de Valencia en la vivienda de Joaquín Gimeno Salvador, en la localidad de Venta del Emperador[7].

La idea de publicar el boletín surgió con motivo del viaje de bodas que Pepe hizo con su esposa, Remedios Moros Silvestre, a Pamplona. El día 1 de diciembre de 1953 visitaron a mi padre, «con el cual desde hacía unos dos años mantenía correspondiente [sic]. Después de presentarme a su esposa e hijos, y tener una larga conversación en su domicilio, al anochecer nos acompañó a visitar la Catedral de Pamplona, donde oímos misa y después fuimos al local social de la Agrupación Juvenil Carlista el Muthiko Alaiak, donde nos presentó a varios jóvenes Carlistas, entre ellos, José Jaurrieta Baleztena, Juan de Diego Arteche, Ignacio Astrain, Paquito Sáez y Cruz María Baleztena, primo hermano del primero […]».

El día 2 de diciembre, tras visitar el Museo de Recuerdos Históricos con los jóvenes antedichos, «en un bar de la Plaza del Castillo salió a relucir la idea de poder confeccionar un boletín mensual para Navarra dada la situación precaria que tenía el Carlismo de dicha región para la impresión de publicaciones. Se concertó que remitirían al cronista [Pepe Romero] un dibujo con la cabecera del Boletín y también que el texto del mismo se remitiría a la dirección del joven Carlista de Liria Enrique Roca Agustín, en la calle de Castellote, número 9, el cual lo haría llegar a las manos del cronista.




»[…] Efectivamente, a los pocos días, en la forma convenida se recibió en Liria el dibujo con el título de "El Fuerista" y los textos que debería contener la publicación, la cual debería estar, en la calle en los primeros días del mes de Enero de 1954. En la máquina de escribir del Juzgado Comarcal de Liria, se pasaron los textos a los clichés, los cuales hizo entrega una vez confeccionado a José Puchol Plasencia, de Foyos, el cual tenía en su poder la máquina multicopista marca "Banda", que había adquirido gracias a un donativo de Manuel Bayarri Esteve de Puzol. Pepe Puchol tiró el boletín en la multicopista y me hizo entrega del mismo en Manises, en cuyo Juzgado trabajaba el cronista[8], donde se procedió a coser las hojas. A todo esto, recibió una carta de José Jaurrieta en la cual me decía que un Carlista de Estella, llamado Esteban Retana Madurga, me haría entrega de doscientos sobres ya franqueados y con las direcciones puestas para remitirlos a sus domicilios y que el resto hasta mil ejemplares se los entregara a dicho señor, el que todas las semanas se desplazaba a Valencia con un camión de su propiedad para cargar género del mercado de abastos de Valencia en la Calle de Alberique, en el cual estaba el conserje el lealísimo Carlista Francisco Pla Faus. Efectivamente, sobre el día 3 ó 4 de Enero de 1954, Esteban Retana llegó a Valencia, donde hizo entrega de los sobres franqueados y a la vez se llevó el resto de la tirada del primer número de "El Fuerista".

»[…] Los sobres franqueados del primer número se entregaron en la Estafeta de Correos Central de Castellón, donde el cronista se desplazó en viaje de ida y vuelta en el tren correo de Valencia a dicha capital, y asimismo unos cuantos en el vagón correo de Liria a Valencia.

»Por el mismo sistema se remitió el Número 2 correspondiente al mes de Febrero y en cuanto al Tercero, que correspondía a Marzo, se enviaron los sobres franqueados desde Tarragona, a donde nos desplazamos Pepe Puchol y el cronista, y el resto por mensajería a Pamplona a un domicilio señalado por José Jaurrieta.[9]



»[…] A todo esto, en el mes de  Abril se había adquirido una imprenta clandestina, que se  montó en la localidad   de  la  Venta  del Emperador, cerca de Masamagrell,  gracias una vez más a la generosidad de Manuel Bayarri  Esteve, que la costeó totalmente, entregando la cantidad  de  cincuenta y cinco mil pesetas, con la cual se adquirió la imprenta y se montó en al domicilio de Joaquín Gimeno Salvador, de la mencionada localidad, y ya había salido [impreso en ella] el primer número de “El Tradicionalista”[10]. Se recibió una llamada telefónica de José Jaurrieta Baleztena diciendo que mandaba con carácter urgente una carta al sitio de costumbre, carta que recibida en su  domicilio  por Enrique Roca Agustín, contenía un nuevo formato para la cabecera de  "El Fuerista", y el texto para un nuevo número, o sea, el Cuarto, con el ruego de su confección rápidamente y con una tirada de cinco mil  ejemplares. El encargo se recibió en los últimos días del mes de Junio de  1954 y como quiera que José Pelechá Badía, de Puebla de Vallbona, y su padre pensaban ir a los Sanfermines, los mismos en dos maletas se hicieron cargo  de la tirada […]. Dichos ejemplares llegaron a Pamplona y puestos al habla con José Jaurrieta los depositaron en la capilla del Cementerio de Pamplona de la cual era capellán Don Macario San Miguel Ochoa de Baquedano, y posteriormente, por los Carlistas de Navarra se procedió a  su distribución. De dicha tirada  desde Valencia solo se mandaron algunos paquetes conteniendo ejemplares a Mañeru, Sangüesa, Puente  la Reina y otras localidades de Navarra. Asimismo, José Pelechá y su padre se hicieron cargo y los entregaron en Pamplona en dos paquetes conteniendo cuatro docenas de "petardos" de gran potencia que se encargaron, a la vez que el Número Cuatro de "El Fuerista" y que confeccionó Remedios Yuste Pablo en la fábrica pirotécnica de esta población propiedad de Juan Faubel Olva.[11]





[1] Choteo a cuenta de los cuarenta cupones del mismo número de la lotería de la Organización Nacional de los Ciegos Españoles (ONCE), que entonces voceaban sus vendedores diariamente por las calles: «¡Cuarenta iguales para hoy, para el sorteo de hoy!»
[2] AZM/FZA/JAZA-Fuerista-1969-16-VIII
[3] Carta de José Romero Ferrer a mi padre, de fecha 5 de agosto de 1990. (AZM/FZA/JAZA-Fuerista-1990-5-VIII)
[4] Ibid. id.
[5] Ibid. id.
[6] SANTA CRUZ, Manuel de (Alberto RUIZ DE GALARRETA), Apuntes y documentos para la historia del Tradicionalismo Español 1939-1966, t. 16 (1954). Madrid, 1988.
[7] También llamado Lugar nuevo del Emperador o Emperador a secas, entre huertos y naranjos al noreste de Valencia, lindante con el municipio de Museros, junto a la carretera antigua a Barcelona. Es el municipio con el término más pequeño de España. En su día me contó Romero que “la imprenta” salía todos los días al campo en el doble fondo de un carro, pero creo que confundía la multicopista que se encontraba en Foyos con la máquina de imprimir, que por el precio de entonces no sería precisamente portátil.
[8] Pepe Romero pertenecía al antiguo Cuerpo de Secretarios de Justicia.
[9] Me contó mi padre que, para estupor de propios y extraños, se dio el caso de que en una ocasión El Fuerista fue recibido ensobrado conjuntamente con la participación o invitación a la boda de un conocido matrimonio pamplonés.
[10] Manuel de Santa Cruz, op. cit. tomo 16 (1954), da noticia acerca de la importancia que tuvieron a mediados de los años 1950 las artes gráficas de los carlistas valencianos en la edición de toda clase de impresos y boletines con destino a toda España.
[11] A los petardos les dieron buen uso los jóvenes requetés para desesperación del “Poncio”.

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