Ante la jurisdicción
Contencioso-Administrativa
Y así
fue, las familias interesadas interpusieron el día 10 demanda
contencioso-administrativa, con solicitud de adopción de medidas cautelares,
que fueron admitidas a trámite el día 14 y las partes fueron citadas para
comparecencia en Sala del Juzgado de lo Contencioso nº 2 de Pamplona los días
15 y 16 de noviembre de 2016, en marcha ya la proyectada exhumación. En dicho
acto la abogado del Ayuntamiento aportó el acuerdo suscrito el día 7 de
noviembre de 2016 entre el propietario de la cripta —el Ayuntamiento— y el
usufructuario a perpetuidad —el Arzobispado— por el que se aceptaba la
exhumación de las personas enterradas en la cripta y el procedimiento a seguir
para entregar los cuerpos de los exhumados al Ayuntamiento para su custodia.
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Fuente: Eduardo Buxens para Diario de Navarra |
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Fuente: Navarra Confidencial |
La
petición de adopción de medidas cautelares fue rechazada por el Juzgado —en el caso de los hermanos Aznar
Zozaya— en
virtud de los fundamentos jurídicos que fueron invocados en el Auto de 16 de
noviembre del magistrado Daniel Rodríguez Antúnez, que comenzó recordando «la regla general […] de la inmediata ejecutividad de los actos administrativos, siendo la
excepción su suspensión cautelar» cuando se acrediten situaciones
de difícil reparación. Pero es el caso que
«En el hipotético escenario
futuro de una sentencia favorable a la demandante, que anule la decisión
administrativa de exhumación de los restos de sus tíos del Monumento a los
Caídos de Pamplona, la materialización efectiva de tal posible sentencia en
modo alguno queda imposibilitada por una extracción y traslado de esos restos
ya ejecutada en la actualidad. Si la recurrente gana su recurso […] podrá volver a depositar los restos de sus familiares en la cripta del
Monumento. No existe en consecuencia una irreversibilidad que haga ineficaz su
recurso […]»[1] Este pronunciamiento judicial —que bien podía haber sido en otro
sentido— fue el que dilató la exhumación de los últimos restos mortales de la
cripta.
Cronología de la exhumación
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Fuente: Diario de Noticias de Navarra |
Martes
15:
00:00/03:30
horas
Instalación
de andamiajes
Miércoles
16:
00:00
horas
Se
exhumaban los restos del primer requeté enterrado en la cripta, Pedro Martínez
Chasco (Oteiza de la Solana), que representaba a la Merindad de Estella, y en
cuya lápida rezaba la leyenda “Iba armado con la cruz”.
02:30/03:30
Exhumación
de la caja mortuoria con los restos de Jaime Munárriz, de Tudela, cuyo epitafio
rezaba “Fue el primero en dar su vida”, por ser el primer muerto requeté en la
contienda.
Acto
seguido se retiró la caja con los restos de Severiano Arregui Olalquiaga, que
fuera vecino de Puente la Reina y el de mayor edad, ya que murió a los 62 años.
En su día se le enterró como representante de la Merindad de Pamplona, bajo la
leyenda “Venció a la edad con su espíritu”.
Joaquín Sota Garayoa "Sotica" y Severiano Arregui Olalquiaga
(Fuente: Diario de Noticias de Navarra)
Por
último se extrajeron los restos de Joaquín Sota Garayoa, representante de la
Merindad de Tafalla y oriundo de esa localidad, enterrado bajo la leyenda
“Murió cuando empezaba a vivir”, ya que falleció con 15 años.
03:30
horas
Se
cerró la cripta. Quedaban en ella los restos del general Sanjurjo y de los
hermanos Aznar pendientes de resolución judicial, que se demoró hasta bien entrada
la mañana, como queda dicho. Las familias de ambos recusaron al equipo de la
“Sociedad de Ciencias Aranzadi”, por lo que fue preciso buscar otro forense y,
además, un notario.
18:45
Operarios
municipales y albañiles retomaron las tareas dentro de la cripta. Se exhumaron
los restos de los hermanos Aznar, y, por último, de Sanjurjo, cuya familias
habían solicitado del juzgado la adopción de medidas cautelares, que se les
denegaron, hecho que fue malinterpretado como una voluntaria ralentización del
proceso de exhumación, que en su caso se
realizó «bajo el más estricto hermetismo
y jugando al despiste».[2]
21:45
Se
retiraba el cordón policial, con todos los cuerpos ya exhumados, y la cripta
quedó cerrada bajo llave.
Conforme
al Acuerdo suscrito entre el Arzobispo y el Alcalde, citando fuentes bien
informadas por mí ratificadas por quien estuvo presente, los trabajos de
exhumación «se realizaron con sumo
cuidado y minuciosidad para no dañar las lápidas. De hecho, en la primera de
ellas se intervino durante dos horas para comprobar su mecanismo de sellado,
mientras que las tres restantes se hicieron de forma rápida. Los familiares
solo pudieron estar presentes en la exhumación de su antepasado. Unos 8
acudieron por parte de la familia de Pedro Martínez Chasco, y 4 de la familia
de Jaime Munárriz. De Severiano Arregui y Joaquín Sota no estuvieron presentes
familiares. También fueron testigos de la exhumación el alcalde de Pamplona,
Joseba Asiron; la letrada municipal Victoria Borja; Cristina Arregi, directora
del área de Proyectos; unos 5 empleados municipales y otros tantos de Aranzadi,
con Paco Etxeberria al frente, así como 5 representantes del Arzobispado de
Pamplona, entre ellos el letrado y el vicario.»[3]
Con los
restos de los Aznar y de Sanjurjo hubieron de jugar al despiste para poder
quitarse tanta “mosca” de encima, desde los medios, la policía y otros cuerpos
dedicados a la “información”. Al fin los restos fueron recogidos con todo
respeto e instalados en una sencillísima y correligionaria capilla ardiente.
Allí, bajo el Cristo alzado y las banderas que portaron los Tercios de
Requetés, rezaríamos unos responsos y dimos vivas a España, a Navarra y a
Cristo Rey. Era la víspera de su festividad.
Para no
perder bola, al día siguiente de autos, el Alcalde y el omnipresente Paco
Etxeberria, presidente de la “Sociedad de Ciencias Aranzadi” y profesor de
Medicina Legal en la Universidad del País Vasco, dieron un rueda de prensa
conjunta en la que Joseba Asirón, calificó de «hito histórico» la exhumación de todos los restos de la cripta del
Monumento a los Caídos, y que tras ella la capital navarra ya es «una ciudad más justa consigo misma y con su
propia historia, una ciudad donde las heridas se van cerrando».[4]
Algunas afirmaciones --que no se compadecen con la verdad-- vertidas en la rueda fueron:
· «Después
de 80 años se vio por fin cumplida una reivindicación histórica que latía en la
de lo que digan los preceptos de la ley de Memoria Histórica», a los cuales «por supuesto atacaba la presencia» de
los restos de los generales Mola y Sanjurjo en la cripta.
· «Afectaba
y de manera muy especial a la lógica y al sentido común».
· «Como
anunciamos el acuerdo programático que sustenta al equipo de gobierno, la
retirada de los restos mortales en este edificio era una prioridad absoluta y
un paso primordial en el avance por cerrar las heridas del pasado, potenciar la
convivencia en la ciudad y para poder encarar el futuro con una base sólida».
· «El
Ayuntamiento se ha acercado a este tema con todo respeto, como merece un tema
que nos consta que es muy delicado, velando por una parte por la intimidad y la
privacidad de las familias, que ha sido una prioridad absoluta, pero también
trabajando con ahínco y con determinación»
· La actuación del Consistorio en
relación a las exhumaciones «ha estado
presidida por la coherencia y la determinación en todo momento, marcando por sí
mismo los ritmos y sin verse afectada en ningún caso por polémicas ni ruidos».
Y ha resaltado que desde el inicio del proceso «la actitud del Ayuntamiento ha sido la de colaborar con las familias,
porque era la mejor manera de llevarlo a cabo».
· «Tenemos
por delante un futuro esperanzador para construir una ciudad donde todos y
todas tengamos cabida. Los días de decirnos mutuamente que no ya han terminado
y estamos en una nueva etapa, en la que vamos a construir una ciudad para
todos».
A la
hora de los agradecimientos no se olvidó el señor Alcalde del Arzobispado, «por mantener una actitud colaboradora».
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J. Asirón y F. Etxeberria Fuente: Diario de Noticias de Navarra |
Por
su parte el forense Paco Etxeberria, excediéndose de lo que debería haber sido una
intervención puramente técnica, como le hubiera correspondido, salió en apoyo
del Alcalde al destacar que «se ha
mantenido esa parte de discreción que hay que tener en estos casos, respetando
en todo momento los acuerdos con las familias y con el arzobispado». «Frente a quienes señalan que este tipo de
tareas son una especie de lío, aquí no he visto absolutamente ninguno» y ha
expresado su «satisfacción» por «haber podido colaborar en una tarea más,
que normaliza en buena medida las cosas que se están haciendo cuando hablamos
de ese pasado trágico que vivieron al menos nuestras familias».
No sé bien cuál ha podido ser el papel de Francisco
Etxeberría y su equipo en las exhumaciones de la cripta, aparte de salir en la
“foto”, puesto que los restos humanos, reducidos en su día, estaban contenidos
en cajas de cinc precintadas e identificadas con el nombre de la persona a
quien correspondían. No era preciso pues ningún reconocimiento médico-legal, si
acaso dar fe notarial de la extracción de la caja de su sepulcro, como así se pidió antes de efectuar la última exhumación. Pero es el
caso que la “Sociedad de Ciencias Aranzadi” viene siendo adjudicataria y/o
interviniente en casi todos los procesos de búsqueda de enterramientos y
exhumación de personas “del bando republicano” fugadas en su día del Fuerte de
San Cristóbal (1938) o fusiladas presuntamente por “los nacionales” a lo largo
de las “cunetas” de Navarra. Más aún, el 21 de septiembre la Presidenta de Navarra
había presidido en Tudela un acto institucional de reconocimiento a
Paco Etxeberria y a las asociaciones memorialistas con motivo del Día
Internacional de la Paz, en cuyo marco también se han organizado otros eventos.
Participaron en el acto la consejera de Relaciones Ciudadanas e
Institucionales, Ana Ollo, la presidenta del Parlamento de Navarra, Ainhoa
Aznárez, y el alcalde de Tudela, Eneko Larrarte. La Presidenta Barkos entregó a
Etxeberria un cilindro metálico similar al que se entrega a los familiares de
los represaliados en los actos de homenaje que organiza el Gobierno de Navarra,
así como diplomas a las asociaciones memorialistas. La Presidenta Barkos ha
destacado que así han querido reconocer su labor, «que desde el desempeño profesional y desde
una apuesta personal se ha implicado a la hora de dar respuesta al derecho a la
verdad, la justicia y la reparación de las víctimas de la violencia ejercida
tras el golpe militar de 1936». «El trabajo de Paco Etxeberria y de la
Sociedad de Ciencias Aranzadi en la exhumación de las víctimas del 36 –ha
añadido Uxue Barkos- ha sido y es de una gran importancia en la búsqueda de una
convivencia real y justa que solo se puede alcanzar desde el conocimiento de lo
ocurrido y desde la reparación a las víctimas».
Omitiendo cualquier referencia a las injusticias y
vulneraciones de derechos cometidos en la zona “republicana”, Barkos no tuvo
empacho en afirmar: «Una
sociedad democrática, firmemente asentada sobre valores éticos, construye la
paz y la convivencia desde la memoria y la justicia, desde una memoria
democrática que recuerde lo ocurrido no para atenazar a la sociedad sino
precisamente para hacerla más libre, recordando las injusticias cometidas y las
vulneraciones de derechos humanos perpetradas, pero rescatando del pasado
aquellos valores que permiten avanzar en la promoción de una cultura de paz».[5]
La novedad en este nuevo capítulo de la historia patria
es que los que han asumido el papel de “republicanos” irredentos —¡a los 80 años de un conflicto que no han
vivido, sino la paz del franquismo!— no han
dejado de mencionar a sus contrarios como «golpistas», «combatientes del lado golpista», «genocidas» y «franquistas».
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