viernes, 31 de marzo de 2017

"El Fuerista. Órgano antiborreguil" (1)


Los contrafueros en la Navarra de los años 1950

Monumento a los Fueros de Navarra
(Wikimedia Commons)
Tras la Gamazada (1893-1894), el ataque más furibundo y reiterado que tuvo lugar contra los Fueros de Navarra fue durante el mandato como gobernador civil de Luis Valero Bermejo (1949-1954). Cierto es que hubo escarceos durante su predecesor Juan Junquera (1945-1949), pero entonces el asunto no pasó a mayores. Valero, sin embargo, mostró maneras desde su toma de posesión, interesándose en presidir la Diputación Foral de Navarra, en cuanto sucesor que se sentía del Jefe Político al que alude la Ley Paccionada de 1841, cuando esa presidencia ha sido históricamente honorífica y siempre ejercida ejecutivamente por el Vicepresidente de la misma.

Los historiadores se han referido de modo marginal a estos ataques, porque jurídicamente no llegaron a nada, pero sí política y socialmente, porque consiguieron aunar todo género de voluntades en la defensa irreductible del régimen foral de Navarra. Aún hoy, muchos podemos testimoniar el despropósito continuado, y puede ser llegado el momento de descubrir algunas cartas más de la baraja, claro que poniendo los hechos en el contexto de su época[1], a fin de dar luz a las nuevas generaciones sobre la importancia que tuvieron.

Se ha escrito que, en el año 1954, «la acción carlista más importante fue la defensa de los Fueros de Navarra en una larga batalla de desgaste que se consideró ganada al cesar el gobernador civil»[2], aunque ello fuera por ascenso. Esto fue así y no cabe vuelta de hoja. Algún atrevido[3], citando fuentes bibliográficas espigadas a su antojo para cocinar un pastiche, ha pretendido desmerecer esta defensa dando por suponer que el Carlismo, en Navarra, era una parte de un todo especialmente protegida por el régimen de Franco. En realidad, el Carlismo mayoritario que no acató la unificación en FET y de las JONS, era ilegal y estaba perseguido encarnizadamente por el Régimen, pero era también la única fuerza en Navarra capaz de mover voluntades y personas en defensa de los Fueros, como así lo hizo.

«Lo que sucede tras 1936 no permite la tranquilidad de ánimos. Sin embargo, Navarra logró superar un nuevo embate de la historia con la pervivencia de sus fueros dentro del régimen más centralista de la Historia de España.»[4] Su valedor —sea bueno repetirlo— es el Carlismo navarro, de naturaleza eminentemente fuerista y español, defensor de la peculiaridad de Navarra, sin negar vínculos culturales con las vascongadas en el conjunto de las Españas.

Finalizada la Guerra Civil, las instituciones forales[5] mantuvieron la misma composición que habían tenido durante la contienda hasta el mes de mayo de 1940, en el que, de modo extraordinario, el Consejo Foral designó una nueva Diputación, cuya vicepresidencia la ostentaría el conde de Rodezno. Pocos días después prestarían juramento ante el Gobernador Civil Francisco Rivas y Jordán de Urriés[6], a quien sucedería en el cargo José López-Sanz y de Alamán  y a éste, desde marzo de 1945, Juan Junquera Fernández-Carvajal. Fueron precisamente las pretensiones de éste las que iniciarían la larga odisea de los contrafueros en Navarra.

«El telón de fondo es la agresividad de Franco, Falange y algunas instituciones del Estado Totalitario contra Navarra y el Carlismo, que, por su parte, se resienten de esa actitud. Hay una crispación permanente que todo lo politiza y envenena y nada disimula y pacifica. […]»[7]. Escribía mi padre muchos años después: «como foral, el Régimen de Navarra chocaba con el sentimiento centralista que tenía la Administración estatal, siempre voraz y omnicomprensiva. Salvaguardia de los Fueros fue la tenacidad y habilidad de los navarros y, en ocasiones, la mera consideración personal de Franco, basada más en los sentimientos de afecto guerrero y en la cautela del gobernante, que en la formación doctrinal e histórica»[8].

Como bien refleja Manuel de SANTA CRUZ, sólo el Carlismo defendía en la Navarra nacional todos los fueros de las Españas frente al totalitarismo del Estado que se pretendía Nuevo. Con excepción de una casi invisible oligarquía capitalista liberal y una masa aparentemente neutra y apolítica es el Carlismo aunque aún silvestre y desorganizado el que dominaba la calle y conseguía arrastrar a sus conciudadanos en cuanto tocara a Fuero.

Juan Junquera, como queda dicho, fue quien se inició tocando a los navarros lo que no se les debe tocar y pretendió que el Boletín Oficial de Navarra no publicase disposición alguna que previamente no hubiese sido autorizada por él. Declarado el contrafuero por la Diputación Foral, mediando los correspondientes informes jurídicos, la toma de posición del Consejo Foral, las vibrantes adhesiones municipales —excepto la de Pamplona— y las represiones gubernativas en las personas de los alcaldes nombrados a dedo, el tema se zanjó por el ministro de la Gobernación cesando a Junquera y designando como nuevo Gobernador y Jefe Provincial del Movimiento a Luis Valero Bermejo, quien tomó posesión el 26 de febrero de 1949. Curiosamente, a la sazón era Subjefe Provincial del Movimiento Amadeo Marco Ilincheta, al que autores hay que lo han calificado como  «arquetipo de los que en sociología se llaman los notables naturales»[9], «un elemento de la naturaleza», según Rodezno.[10]

Aún estaba Junquera cuando, en 1948, por primera vez en España, se convocaron elecciones para constituir Ayuntamientos y Diputaciones.  A pesar de las presiones y denodados esfuerzos gubernativos para impedirlo, triunfaron en Navarra las candidaturas carlistas. Siguieron al poco las elecciones a Diputados Forales mediante compromisarios, en las que el carlismo obtuvo una buena cuota de poder frente a las pretensiones del nuevo Gobernador Valero[11]. Entre los siete electos estaba mi padre, José-Ángel Zubiaur Alegre, tras unas peripecias de Juzgado de guardia que relata en sus Apuntes [12], que conviene que vean la luz.

Mal comenzó Valero enredando en las elecciones, desplegando todos los medios de que disponía en la Delegación Provincial de FET y de las JONS. Luego tomaría represalias sobre ciertos alcaldes por su “desafección” al Movimiento. Aún peor le fue con la represión a tiros de una manifestación con motivo de las graves huelgas por reivindicaciones salariales y las duras condiciones de vida en 1951, primera huelga de resonancia tras de la guerra, y el incremento de los precios de los alimentos básicos (1952), la llamada “huelga de los huevos”, que dio lugar a centenares de detenidos, para los que hubo de habilitarse como calabozo el ruedo de la plaza de toros de Pamplona, pues no cabían en la Comisaría de Policía.[13]

Así las cosas, en julio y agosto de 1952 se produjeron dos contrafueros en Castejón, al suspender Valero sendos acuerdos del Ayuntamiento con motivo de la expedición de unas certificaciones. En octubre se produjo otro en Larraga por causa del nombramiento de “Abanderado”, que el “Poncio” también suspendió, dando lugar a que la Corporación Foral se trasladase e hiciese gestiones cerca del Gobierno en Madrid, cuyo resultado fue el levantamiento de las suspensiones.

Pero aunque hubo otros (Concejo de Gastiáin y Comunidad de Bardenas Reales) el más sonado fue el de Viana. Mediante resoluciones de la Alcaldía de 16 y 28 de diciembre de 1953 se sancionó a un guarda de campo, separándole de su cargo. Éste recurrió en alzada ante la Diputación Foral, que estimó en parte su recurso, pero disponiendo que el competente para sancionar era el Ayuntamiento y no el Alcalde. La resolución recaída fue también suspendida por el Gobernador y recurrida ante el Tribunal Supremo.

El 5 de febrero de 1954 Valero represalió al diputado foral Amadeo Marco Ilincheta  y en julio a Jesús Fortún Ardáiz. También lo haría con Carmelo del Villar. Al primero lo destituyó como alcalde de Navascués, aunque continuó como Diputado por ser concejal. Marco le envió «una carta feroz»[14] por la que fue procesado por desacato. Fortún se vio destituido como Delegado Provincial de Excombatientes y de la alcaldía de Allo, dejando de ser Diputado Foral; Del Villar fue privado también de la alcaldía de Santacara, pero continuó como diputado al ser también concejal de su Ayuntamiento.

La complicada situación económico-social se sumaba a los contrafueros y a la correspondiente polémica, con cruce de notas especiosas, incomprensibles para la mayoría ciudadana, en un intento de justificar la actitud adoptada por el Gobernador Civil y tendentes a denunciar y deslegitimar torticeramente las posturas fueristas. Sin embargo la realidad no fue otra que el abuso por el Gobernador de las facultades que le otorgaba la legislación del Estado y la utilización abusiva a dichos efectos de los medios de que disponía en la Delegación Provincial de FET y de las JONS. La represión fue importante, tanto sobre cargos públicos como sobre ciudadanos en particular.

Pues bien, todas estas ascuas forales fueron atizadas en Navarra por los Carlistas, mediante las cuatro carillas que conformaban el boletín bautizado como El Fuerista. Órgano antiborreguil. «Esta publicación glosa SANTA CRUZ[15] contribuyó notablemente a la lucha entre los navarros y el gobernador civil […] Sus textos se ajustaban a ella y, para empezar, llevaba en la cabecera un dibujo de una corona y debajo de ella un escudo con la cruz de San Andrés y otro de Navarra, pero sin laureada, “para expresar —según sus diseñadores— su ruptura con Franco”.»





[1] En una comida de antiguos compañeros de trabajo, quien se sentaba junto a mí sacó, sin yo proponérselo, el tema de Valero Bermejo. Tiene algo más edad que la mía y contó que entonces era fama que el Gobernador se personaba en el palacio de la Diputación no sólo con ánimo de presidir sus sesiones, sino que incluso «revolvía papeles en el despacho del Vicepresidente». (Testimonio de Miguel Aguirre el 15 de febrero de 2013, en el restaurante Bértiz de Pamplona). No sé si llegaría a tamaña osadía, pero era fama entre el pueblo pamplonés que lo hacía.
[2] SANTA CRUZ, Manuel de (Alberto RUIZ DE GALARRETA), Apuntes y documentos para la historia del Tradicionalismo español. Madrid, 1988. Tomo 16, 1954, t. 16 (1954), p. 5
[3] BARÁIBAR ETXEBERRÍA, Álvaro, “Una visión falangista de la foralidad Navarra”. Gerónimo de Uztariz, núm. 22 znb, pp. 9-37.
[4] ANDRÉS-GALLEGO, José, y ANDRÉS-GALLEGO, María, “Cambios mentales y sociales”, en Historia de Navarra. Diario de Navarra, Pamplona, 1993, p. 583.
[5] La Diputación Foral y el Consejo Foral Administrativo.
[6] Conforme al art. 11 de la Ley Paccionada de 16 de agosto de 1841, la Presidencia honorífica de la Diputación Foral correspondía al Gobernador Civil, en tanto que máxima autoridad política del Estado, pero téngase en cuenta lo anteriormente dicho acerca de la Vicepresidencia ejecutiva de la misma.
[7] SANTA CRUZ, op. cit., pp. 105-106
[8] ZUBIAUR ALEGRE, José-Ángel, Apuntes de mi vida política. Inéditas. Pamplona, 1995, p. 41
[9] SANTA CRUZ, Manuel de, op.  cit., p. 107.
[10] ASÍN SEMBEROIZ, Francisco Javier, Amadeo Marco Ilincheta. Semblanza de un político navarro en el siglo XX. Pamplona, 1996, p. 232.
[11] Resultaron elegidos: José Mª Arellano Igea, con larga trayectoria política en el Movimiento; Jesús Larráinzar Yoldi, carlista; Gerardo Plaza Aurquía, carlista; José-Ángel Zubiaur Alegre, carlista; Carmelo del Villar Callén, alcalde de Santacara; Jesús Fortún Ardáiz, alcalde de Allo, y Amadeo Marco Ilincheta, alcalde de Navascués y Subjefe Provincial del Movimiento.
[12] Op. cit.
[13] Vd. “José María BAROGA” [GOÑI ZUBILLAGA, José María], La vida íntima de Pamplona, 1950-1955. Pamplona, 1974, pp. 68 y ss. tb. SANTA CRUZ, op. cit., tomo 13, pp. 63 y ss.
[14] Entrevista al diario Navarra Hoy, Pamplona, 30 de enero de 1983. Cit. ASIN, op. cit. p. 117.
[15] Op. cit., pp. 263 y ss.

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