El caso es que en Vivienda Valero
sustituyó al navarro Federico Mayo Gayarre, hacía poco fallecido[1].
En su toma de posesión fue calificado por el Subsecretario del ramo como «hombre de temple, de lucha, de capacidad de trabajo e
inteligencia, de formación jurídica cabal», salvo
dislates habría que añadir. Entre otras cosas, contestó Valero en su
intervención, «la presencia de navarros
aquí me estimula en mi tarea […]»[2].
Descaro, atrevimiento, desfachatez en suma, que entonces no pasaba nada.
Como se ha dicho, el detonante de la
publicación de El Fuerista fueron los
contrafueros cometidos por el Gobernador Civil y Jefe Provincial del
Movimiento, el camarada Luis Valero Bermejo, rocín de la cuadra azul del
furibundo José Antonio Girón de Velasco, su valedor. Cesado aquél, El Fuerista parece que perdió la razón
de su publicación y no hubo ya número 6.
Para concluir habrá que decir que “Fuero”
—expresión de las libertades de un pueblo— fue para el falangismo
totalitario un concepto completamente extraño, pero ridículamente parodiado en
1938 por el decreto del 9 de marzo, que instauraba el “Fuero del Trabajo”, de
aires fascistas a imagen de la “Carta del Lavoro” italiana. La parodia se completaría
con el “Fuero de los españoles”, de 1945, que estableció los derechos,
libertades y obligaciones de los españoles de entonces. Ambas normas, “fundamentales”
para el franquismo, nada tuvieron que ver ni con el concepto foral tradicional
ni con el carácter constitucional propio de la democracia liberal. Fueron mera
apariencia, interesada por el Régimen, de un reconocimiento para la galería de las
libertades civiles inherentes a la persona, pero en realidad sujetas a
restricciones.
[1] Gran impulsor de la promoción de viviendas protegidas en la
España de la postguerra. Falleció a los 58 años, era ingeniero de minas y
estaba en posesión de la pontificia gran cruz de San Silvestre. ABC, Madrid, 11 de septiembre de 1954,
p. 19
[2] La Vanguardia Española,
Barcelona, 7 de octubre de 1954, p. 4.